EL QUIJOTE POR UN DÍA

Por: Nahid Méndez

Al nacer, Dios me asignó un cuerpo, una vida y una historia. A partir de ese día, he sido yo, y solamente
yo; pero hoy mientras estaba recostada en mi cama mirando el techo tuve un sueño despierta. Yo
no era yo, era una cantante, no era una conocida, solo era una chica muy linda parada en un escenario
con miles de personas enfrente gritando su nombre (¿mi nombre?) y en su rostro una sonrisa que
reflejaba alegría y orgullo. En un solo pestañeo todo había cambiado, ahora era una mujer diferente,
un poco más mayor que la anterior, estaba en su casa con tres pequeños niños corriendo y riendo por
todos lados. Su esposo se acerca a ella y le da un cálido beso en los labios; podía sentir -y asegurar- que
esa era una familia completa y feliz. Cuando esa imagen dejó de reproducirse en mi cabeza otra
rápidamente tomó su lugar y esta vez era una mujer sentada en un escritorio bajo una luz amarilla
tenue, escribiendo a mano sus ideas para próximos escritos y relatos, una canción sonaba suave
de fondo y ella seguía escribiendo, mientras acomodaba sus lentes de vez en cuando. Abrí los ojos
de golpe y todas esas imágenes se esfumaron por completo, pensaba en las tres mujeres que había visto,
todas ellas eran iguales y a la vez tan distintas; no sé cómo, no sé por qué, pero de algún modo
supe que esas tres mujeres eran yo, yo era ellas. Caí entonces, en la cuenta de que por más
complicada y difícil que fuera mi vida para mí, no deseaba ser otra persona; porque después de todo,
todas las personas tenemos problemas, y estoy segura que una cantante famosa o una mujer
con familia tiene muchas más dificultades que yo. Por eso, prefiero luchar por ser yo misma y vivir
tantas realidades como se me plazca, simplemente siendo yo.