CUANDO EL MUNDO SE APAGÓ

Por: Nahid Méndez

Se incorporó en la cama hasta quedar recto, en una posición que coincidía con el haz de luz que
sorteaba las cortinas y pegaba directo en sus ojos acuosos.
De pronto su cuerpo entero sufrió un espasmo el cual fe el disparo de salida para las primeras
lágrimas. Ni siquiera sabía por qué o cómo, mucho menos cuándo se había acumulado tanto
pesar en sus hombros. La vida se lo comía a bocados sin que fuera consciente ¿Quién entonces
le revelaba tal angustia? Quizás la penumbra de la noche, tal vez el silencio de esta. Ni siquiera
aferrándose a las sábanas conseguía sacar aquello incrustado en su interior. Se abrazó a sí
mismo y atrajo sus piernas hasta el pecho, rogando a quien fuera, un alivio efímero.
Por alguna razón desconocida, todo lo que le agobiaba se amontonó en su cabeza; el dolor se
volvió líquido para rodar cara abajo.
¿Por qué nadie le había advertido que la realidad golpeaba fuerte?
Se cubrió la boca en un acto desesperad por callar los lamentos. Era un acuerdo tácito entre él y
su garganta, nadie podía escucharlo.
Preguntarían, y no se detendrían hasta obtener respuesta. No tendría manera de decirles que le
dolía el mundo, su mundo; todo, nada.