Por: Laura Sofía Lopera y Valentina Piedrahita Hurtado de 11A
Muchos de nosotros caminamos por los pasillos de la Institución sin darnos cuenta de las historias magníficas que nos rodean, de que nuestros compañeros, profesores, coordinadores e incluso las personas encargadas del aseo, más que solo ser simples personas, son las historias más mágicas que incluso superan la ficción de muchos de nuestros libros. Por eso, hoy queremos abrirles los ojos para que vean el mundo desde la perspectiva de una vida real, pero, que se sientan como si se adentraran en un mundo irreal y desconocido.
Esta historia comienza en un bote de basura por la avenida circunvalar, aquel 21 de agosto de 1971 del cual, un indigente como cualquier otro trataba de rescatar un poco de reciclaje para poder vender, su sorpresa fue grande cuando, en vez de encontrarse con solo basura, se encontró con los llantos de una bebé de tan solo 5 días de nacida abandonada en un lugar tan feúcho como ese. El indigente no supo cómo reaccionar en el momento, por lo que le preguntó a otra persona que era lo que podía hacer, al final, ambos se pusieron de acuerdo en llevar a la bebé donde el padre Monseñor Tulio Arias, quien conocía a la señorita Alice Patrick Meurer, que trabajaba en la fundación Esperanza De Fátima, fundación que queda enseguida de nuestra institución y a la que fue llevada aquella bebé inocente.
Alice Patrick Meurer es una increíble mujer norteamericana, nacida en Washington d.c. Ella se dedicaba a ser profesora en Estados Unidos, pero renunció, ya que, su sueño era tener una familia, aunque sin tener relaciones sexuales con un hombre, por lo que su interés principal era la adopción. Alice viajó por muchos países, pero se enamoró de Colombia cuando vino en 1970, como ella les cuenta a sus hijos, fue por su gente, su cultura y sus bellos paisajes. Durante toda su vida, Alice fue madre de 17 niños huérfanos, de los cuales adoptaba en hospitales o de cualquier lugar que un niño necesitara ser rescatado. Nos cuentan varias historias, como la de Ana, una de sus hijas, que llegó de un año después de que su abuela la dejara tirada en la calle, al igual que a Susana, quien en vez de su abuela, fue su propia madre biológica. A otra de sus hijas, Carmen, la encontró en un hospital, ciega, sorda y muda, a Francisco se lo llevó un padrino a la fundación con epilepsia. Otros como Jhan, mateo, David y Daniel también fueron encontrados en un hospital, y por último a Lucia Arfelia Meurer, encontrada en aquel bote de basura un 16 de agosto de 1971, la cual todos conocemos como la señora que se encarga de hacer el aseo en nuestra institución, por lo que muy pocos saben de su verdadera historia, con momentos trágicos, increíbles, y sí que cierto, inspiradores.
Lucia Arfelia Meurer y todos sus hermanos, crecieron gracias al amor y la responsabilidad de Alice Meurer, así nos contó diciéndonos: “Mi madre se sacrificó para criarnos a todos nosotros, el sustento de la casa fue gracias a ella y a las amigas de ella, más no el gobierno colombiano ni el norteamericano, fue todo obra y gracia del espíritu santo y la gracia de mi Dios”.
Lucia Meurer presume de que tuvo una infancia muy linda, a pesar de que no tuvo la oportunidad de estudiar completamente, pues aunque estudio la primaria, no pudo seguir con el bachillerato, pues eran varios niños en su hogar y no todos tuvieron la oportunidad de una educación de calidad. Alice, pidió ayuda en nuestra institución, esta fue declinada puesto que, todos sus hijos eran hijos Expósitos, que significa que son niños sin apellidos, evidenciando que son huérfanos.
De esto, Lucia Meurer menciona “Ante la humanidad fuimos muy humillados, porque solo teníamos un apellido que no era el nuestro realmente, que solo éramos hijos de la gringa, que nosotros no teníamos derecho a nada de lo que todos tienen solo por eso”. También expresa que temía por su madre, porque, no podía estar en una relación sin antes deshacerse de todos sus hijos ilegítimos. Al final nos recuerda con un brillo en sus ojos que su madre ha sido una total bendición de Dios, pues, siempre estuvo al lado de todos sus hijos, salvándolos con amor y responsabilidad, como muestra de esto fue la crianza, siendo tan maravillosa, fomentando una educación como la que ella adquirió. También agrega que Lucia Meurer sabe hablar 5 idiomas, que son español, inglés, francés, italiano y alemán, ya que, su profesión era la docencia en USA, y ella se encargó de enseñárselos a sus hijos, aunque como menciona Lucia, ella prestaba más atención que muchos de sus hermanos, por lo que era la más inteligente en ese ámbito, dijo entre risas.
En la actualidad, Lucia Meurer nos cuenta que está muy feliz con sus dos hijas y con la Institución, pues ya van casi 6 años que llegó a esta y siente que han sido muy bien acogidos y queridos por coordinadores, profesores y los estudiantes. Aun cuando, su vida ha tenido muchos momentos trágicos desde su nacimiento, al igual que con la muerte de varios de sus hermanos, ella nos da una gran lección de vida diciéndonos “no renieguen de la vida, yo con 5 días de nacida en una basura, inocentemente estaba ahí, sin embargo, agradezco muchísimo esta vida y esta oportunidad que Dios me ha dado de poder sobrevivir a esa caneca de basura”. Luego, nos complementa con una lección, afirmando que el verdadero triunfo de la vida es ser feliz, no importa cómo y todo lo que se ha pasado, si tienes la oportunidad de abrir los ojos y poder hacer algo para ser feliz, es una bendición de Dios y hay que aprovecharla con mucho amor.
Alice Meurer ahora tiene 84 años y aún vive con Lucia en su hogar enseguida de nuestra Institución junto con varias de sus hermanas, donde todas dicen que su madre ya dio la vida por ellas y ahora es turno de que ellas den su vida por su hermosa madre, que incluso durante toda su labor en la fundación, no solo le dio la mano a bebes y niños abandonados, si no también, a madres solteras que iban en busca de su ayuda, ofreciéndole posada y comida en su vivienda, incluso mujeres de otros países. Ahora, todas y cada una, le muestran su agradecimiento ayudándola, y cada vez que llegan a su casa para reencontrarse con la madre y amiga que los ayudó, la llaman abuela, a pesar de no ser nada de ella, siempre fue la madre que muchos esperaron, necesitaron y anhelaron, por lo que terminamos esta historia dedicándole una gran muestra de respeto agradeciendo todos sus actos tomándolos de inspiración para ser mejores personas en este mundo, en este país y en este pequeño municipio con grandes historias. Enseñándole a todos los lectores que ahora saben de su historia, que la vida se pasa mucho mejor cuando ayudas a los necesitados, cuando eres la que das segundas oportunidades a otras personas y cuando le enseñas con amor a quienes la vida los trato con odio.
Para Lucia y Alice, quienes son fuente de inspiración y enseñanza, agradecemos que hayan compartido su historia con la Institución, y siempre será un honor tenerlas como ejemplos de triunfo de vida.
Lucy y Alice Meurrer…