Todo cambio en la vida implica una carga de buena actitud, esa que nos permite romper obstáculos y cumplir nuevas metas, pero no hay que desconocer que esta pandemia repentina cambió por completo nuestro esquema de vida a partir de marzo.
Ese enseñar desde la casa, abrir toda puerta de nuestra intimidad familiar a través de la pantalla y del mismo número celular que para muchos docente era vetado para sus estudiantes; fueron pasos difíciles de dar, hubo que instruirse, repesarse, reconstruirse en su quehacer docente.
Hubo noches de insomnio para muchos pensando en cómo manejar esas nuevas plataformas, en qué momento se revisarían tantos trabajos que iban llegando uno tras otro, como recuperar estudiantes de los que no se tenían noticia, como motivar a quienes no querían vincularse a este proceso virtual, en fin como animar a través de la distancia.
Y en medio de esos días confusos, las directivas tuvieron tal vez la más motivadora de las ideas, llegar hasta cada uno de nuestros hogares con un pequeño gran detalle, su inesperada visita y un regalo inolvidable para celebrar con nosotros el Día del maestro.
Esos detalles que cambian la vida y la hacen maravillosa, acompañada de su paciencia para ser el enlace entre nosotros y nuestros estudiantes; para explicarnos los cambios y tratar de que fueran lo mejor posible para nosotros y su dedicación constante desde la primera línea de batalla, asistiendo a la Institución para poner frente a cada dificultad, no deja más que un millón de agradecimientos y mil bendiciones para cada uno de ustedes, directivos Cristo Rey .
