La noción del concepto alteridad se asienta en el principio mismo del hombre primitivo, pero, es en la helade, donde el influjo filosófico dejo reinar la Otredad mística con un significante profundo. Este, se apreciaba deambulante y mutable, inspirado por el sublime orador, quien dejaba flotar en la imaginación inspiradoras palabras. Es decir, el mundo del imaginario Griego, se elevó hasta el nivel de los Dioses, el discurso del Otro fue pieza fundamental para interpretar el avatar de esa cotidianidad, que esgrimía una huella por la ética y la moral. Era la lectura del Otro habitual alimento en la filosofía Griega, aunque posteriormente, también fue del interés de la sociología, la antropología y otras ciencias modernas. En términos de Aristóteles, se trataba del reconocimiento del Otro como un individuo diferente y propio, que no formaba parte de la comunidad propia. Era en el reconocer la existencia de un Otro, donde la propia persona iba asumiendo su propia identidad. Hoy la cuestión discute ¿cuál es el significante del Otro en el mundo de la vida del hombre moderno?
Desde este panorama, la existencia del Otro, parece ser, se ha transformado. A su vez, la propia identidad se percibe fantasmagórica y esquiva, las nuevas generaciones desdeñan la esencia misma del ser, para acogerse a esencias amorfas y lejanas de la propiedad misma, propiedad, que según Descartes, debe, durante el proceso de desarrollo, hacer una distinción
natural entre la res cogitans (alma) y la res extensa (cuerpo). Allí no solo se debe expresar un paralelismo psico-físico en la actividad, sino también una unión accidental de alma y cuerpo.
Allí dos substancias componentes permanecen completas y se unen sólo en las operacionescon influjo o sin influjo recíproco, parece ser que la actualidad, va generando una separación cada vez más determinante y alejada de la misma esencia natural, planteada por descartes.
Los referentes suscritos en la época actual, llamada de los millennials, evidencian que la importancia de visibilizar al otro con el determinismo del respeto, se ha convertido en un símbolo realmente etéreo. Hay que reconocer también, que aprender a leer un libro, con sus letras volátiles, resulta menos complejo que leer el significante mismo de un ser humano, con un nivel trascendente en continua transformación. Pero, el espíritu de época actual trae consigo una ilación ambigua de actuares que reprimen al Otro, lo empujan hacia el abismo mismo de la invisibilización. Cosa alejada del propósito real del ser humano racional y empático, que debe servir al Otro, para poder servirse del Otro con reciprocidad y construcción de identidad, porque es desde la visibilización del Otro, desde donde damos cuenta del espacio propio, espacio que estamos omitiendo al Otro, para perder consecuentemente el propio, avivados por un contexto de exigencia económica y/o material.
Dicha panorámica advierte que, la identidad propia surge bajo el influjo de la del Otro, por tanto, es necesario visibilizar al Otro como parte de la propia esencia, remontar a la inspiración del orador de la helade y visibilizarlo como gestor del propio equilibrio humano, reconocer que es desde la alteridad en esencia, desde donde se puede restablecer el orden de los significantes del mundo de la vida, si se quiere encontrar el sentido mismo, de lo cual impresiona, el hombre moderno se está alejando.
Juan Carlos Galvis Palacio